Javier Duarte, el negligente pertinaz

Salvador Camarena // Columnista
 
Los dos significados que el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua da a la palabra negligencia ajustan perfectamente al gobernador Javier Duarte. Negligencia es, dice la RAE, descuido, falta de cuidado y, también, falta de aplicación. Esto es exactamente lo que ha mostrado Duarte ante la muerte de Gregorio Jiménez, y ante reiterados llamados de colegas para que se procure justicia a ese periodista veracruzano. Duarte no entiende. Se niega a ver lo elemental. Su gobierno es una vergüenza internacional por la falta de seguridad para la ciudadanía en general y para los periodistas en particular. Y en vez de aceptar la ayuda, de reconocer que no podrá salir del hoyo de falta de credibilidad en el que chapotea desde hace años, se aferra a un esquema que a él y a México le cuestan descrédito, y a otros la vida. El miércoles pasado fue la fecha de la más reciente oportunidad desperdiciada por el señor Duarte.

Ese día, notables colegas presentaron en la ciudad de México un singular informe. Se trata de un documento que surge de una experiencia inédita, que es al mismo tiempo terrible y luminosa. Terrible porque parte de un nuevo asesinato de un periodista en Veracruz, el décimo en tres años. Luminosa porque esta vez algunos periodistas fueron más allá de su frustración e investigaron de manera colectiva el asesinato de Gregorio Jiménez.

Un gran avance dentro de la penumbra que es hoy Veracruz en materia de justicia. Esta Misión de Observación, que viajó tres días a Veracruz, presentó hace una semana el reporte “Gregorio: asesinado por informar”. Es el producto de la investigación de 16 periodistas y cuatro organizaciones internacionales y nacionales de defensa de libertad de prensa.

Sus conclusiones son aterradoras, pero no inesperadas. Como lo resumió María Idalia Gómez, al mismo tiempo periodista y parte de la SIP: “Las autoridades del Gobierno de Veracruz llegaron hasta los seis detenidos por el secuestro y asesinato del periodista Gregorio Jiménez por ‘arte de magia’ (…) el expediente tiene carencias tan graves que en el momento de una sentencia podría provocar la libertad de los acusados” (Nota de Animal Político).

En otras palabras, Duarte hizo exactamente lo contrario no sólo de lo que se espera de un gobernador –estricto apego a la ley y al debido proceso— sino que intentó repetir el montaje de una supuesta eficacia (presentando rápidamente a presuntos autores del crimen) que ya probó ser más que fallido en el caso de Regina Martínez, corresponsal de Proceso asesinada en 2012. Es mucho pedir que Duarte lea la prensa. No nos vamos a poner de irónicos, ¿verdad? Pero si hubiera leído a Javier Garza (El País América 14 de febrero 2014) quizá tendría cabal dimensión de cuán equivocado está como gobernante.

En ese artículo, Javier, durante años director de El Siglo de Torreón, un diario que sufrió en carne propia los embates de los criminales, escribió: “Los secuestradores y asesinos de Jiménez confiaron en que saldrían impunes pues ese había sido el resultado de anteriores crímenes contra periodistas. La norma en Veracruz, y gran parte del país, es que las agresiones contra la prensa no se castigan. Los delincuentes no tenían motivos para pensar de otra manera, mucho menos para preocuparse (…) En los últimos años, he visto de cerca dos casos de secuestro para intimidar a medios de comunicación en la Comarca Lagunera.

Ambos se resolvieron de manera satisfactoria pero sólo gracias a la presión ejercida por autoridades que respondieron inmediatamente a los llamados de ayuda”. Subrayo lo dicho por Javier: se resolvieron por la presión ejercida POR autoridades. En cambio, ¿qué hizo Duarte con las recomendaciones del informe sobre Gregorio? Lo terriblemente previsible: rechazó las recomendaciones, defendió lo indefendible (su investigación llena de hoyos) y se puso como víctima, un papel que nos resulta muy caro.

Aquí la respuesta del gobernador, dada a conocer ayer. En ella defiende la investigación, desecha de un plumazo más de una docena de recomendaciones de la Misión de Observación e incluso trivializa el uso de la tortura como “mecanismo” de investigación.

A Duarte le falta aplicarse. Sus vehementes declaraciones no convencen a nadie. Sus investigaciones hacen agua ante los ojos de periodistas, y previsible es que los detenidos, incluso si fueran los verdaderos culpables de matar a Gregorio, obtengan su libertad debido a la muy particular, y descuidada, manera de investigar en el gobierno de Veracruz.

Esa falta de aplicación y de cuidado, esa negligencia pues, provocará impunidad, que a su vez podría alimentar más el caldo de cultivo para nuevos asesinatos, de periodistas y de no periodistas. Es la actitud recurrente, pertinaz, de Javier Duarte, el gobernador que se empecina en no escuchar que está equivocado en su actuar, y que eso acarrea grandes costos para los veracruzanos y para México.
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