“Kilos mortales”: cuando la obesidad es un arma homicida

Ciudad de México, 25 de marzo. Hubo una época en que no existía esta obsesión por el cuerpo perfecto y las mujeres no hablaban de dietas. La gente, eso sí, hace por lo menos 60 años, no tenía 300 kilos de sobrepeso y la obesidad infantil era un “fenómeno” extraordinario.

Hoy, la dieta, como dice la experta en obesidad Adriana Esteva, “es parte del problema”, sobre todo porque se ha visto ya cómo fracasa la restricción de la comida a la hora de querer bajar de peso.

El carrusel es demencial: un día es buena la proteína, al otro conviene consumir solo carbohidratos, la fruta engorda una hora, a la siguiente es la principal aliada para perder kilos. Si tomas jugos de frutas, bajarás de peso, dicen algunas tendencias nutricionales. Si tomas jugos de frutas en forma crónica, contraerás diabetes, advierten algunos médicos.

La dieta es control del cuerpo, es “ponerlo” en control, a dieta. La autorregulación, en cambio, constituye una senda mucho más profunda, tiene que ver con conocerse a uno mismo y descubrir adentro de uno cuándo es el momento acertado para parar.

Todo esto viene a cuento, porque la señal Discovery ha anunciado el estreno el próximo 30 de marzo de Kilos mortales, la serie que cuenta la historia de las personas que, en como último gesto de fe en su propia vida, han decidido combatir el grave problema de obesidad que enfrentan.

Se trata de la serie Kilos mortales, un programa revelador que tendríamos que ver involucrados en el asunto y no como avistando un fenómeno “freak” que no nos podría pasar nunca.

Levantarse de la cama, jugar con sus hijos, caminar sin perder el aliento, son acciones cotidianas que para algunas personas con problemas de obesidad mórbida se han convertido en un reto todos los días.

En esta nueva temporada el programa muestra ocho casos meses sometidos durante 12 meses a un tratamiento guiado por el doctor José Bandera Quijano, quien en esta ocasión acompaña también a un grupo de participantes mexicanos en el proceso para mejorar su salud física y emocional.

Se trata sin duda de una gran motivación para sobrevivir a una enfermedad letal y cuando las posibilidades de concretarlo resultan casi nulas. Kilos Morales documenta el proceso de las personas que deciden enfrentarse a operaciones de alto riesgo con el objetivo de bajar de peso y liberarse de la dependencia, miedo, dolor e impotencia que su estado de salud les genera.

Actualmente, México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y el segundo en obesidad en adultos, precedido sólo por Estados Unidos.

La obesidad mórbida es un problema de salud alarmante, tan sólo en nuestro país tres de cada cuatro camas de hospital están ocupadas por pacientes con enfermedades relacionadas con la obesidad.


LA OBESIDAD, UN MAL MODERNO

Hay causas genéticas, hay tendencias, hábitos acérrimamente adquiridos, hay alimentos que sencillamente el cuerpo no procesa bien y hay, en forma corriente y reiterada, una adicción a la comida estimulada la mayoría de las veces por la publicidad y asentada en el lío emocional que da estructura a todas las adicciones.

En el sentido de adquirir hábitos autodestructivos o de volcar en la comida, que es placentera en lo inmediato, las frustraciones, miedos y demás emociones paralizadoras que suelen obrar en las sombras del ser humano medio, la persona con sobrepeso no es distinta a la que no come nunca, a la que fuma desesperadamente, al que bebe sin freno, al que se droga en forma contumaz, al que hace ejercicio todo el día y toda la noche también.

A diferencia del resto de la sociedad, el que lleva kilos de más también porta su herida al descubierto y por eso molesta: se le nota. Frente al “fenómeno” la mayoría de las personas reacciona con un contundente “hay que dejar de comer, con una dieta basta”.

Es cierto, para no sufrir los malos efectos del tabaquismo hay que dejar de fumar; hay que meterse algo en la boca si no se quiere sucumbir frente al devastador drama de la anorexia; apartar la copa, frente a la amenaza letal del alcoholismo y etcétera.

Sin embargo, ¿por qué habría de sernos tan difícil y en muchas ocasiones, imposible?”.

En este contexto, sobre llovido mojado: crecen las campañas “antigordos” (aunque no se prohíbe por ejemplo la venta de refrescos) y se ha agregado moral a una disfunción que siempre se trató de resolver íntimamente

Para Adriana Esteva, autora del libro Cuando la comida calla mis sentimientos (Diana), la obesidad es expresión de múltiples factores, el más importante de los cuales lo constituye el estrés de vivir en un mundo cada vez más exigente, donde es necesario más o menos ser como Atlás para mantenerse en pie y salir adelante.

Fundadora del taller teórico-vivencial “Comiéndome mis emociones”, Esteva es también periodista y productora televisiva, lo que le permite tener una visión amplia y no anclada a un oficio determinado como nutricionista o psicóloga para comprender y resolver el fenómeno de la obesidad.

“Cuando al problema del sobrepeso se lo quiere resolver con una dieta, es como cuando el doctor quiere bajar la fiebre de una persona sin buscar las causas de dicha fiebre. El sobrepeso es la evidencia de un tema mucho más profundo que no se cura contando carbohidratos ni calorías”, afirma la especialista en entrevista con SinEmbargo.

–Cuando uno ve un programa sobre obesidad mórbida, cuesta pensar que eso le puede pasar…sin embargo, pasa

–He de confesar que soy fanática de este tipo de programas, mostrar los kilos, el sobrepeso, realmente impresiona. Nunca llegué a tener un sobrepeso semejante, pero me he llegado a sentir igual de atrapada, sin ánimo de salir y con esta sensación de que ya no había nada que hacer. Lo que te dicen cuando tienes kilos de más es “deja de comer”, así de simple. Las historias te ayudan a unir algunos puntos para tratar de entender por qué las personas se ponen encima tal cantidad de peso. Conoces historias de abusos infantiles, de gente que se tuvo que hacer cargo tempranamente de su familia, de personas muy maltratadas. El peso es la materialización de todas esas historias.

–¿Hay una decisión como dices de ponerse todos esos kilos encima? ¿La persona decide?

-Sí, creo que sí, de acuerdo a lo que he estudiado y a lo que veo en los talleres que doy todos los días, compruebo que nosotros en una decisión no consciente decidimos ponernos todos los kilos encima. Claro que influyen los alimentos con aditivos, los transgénicos, la alimentación que tenemos hoy, influye también el cambio de roles, los niños desprotegidos, que el papá casi nunca está en casa, que la mujer tiene que salir a partirse el hocico para mantener a su familia… La única forma de protegerse es ser muy grande, ocupar mucho espacio. En el taller la semana pasada tuve el caso de una muchacha que había sido brutalmente abusada por su padre durante muchos años, mientras la madre miraba de reojo…ella creció poniéndose kilos encima como una especie de protección y también como una guarida para sus sueños y deseos. La culpa comienza a tomar forma de grasa. Sin darnos cuenta, claro, es la única forma que encontramos para protegernos, para gritar algo que no puede gritar con la boca. Generalmente, cuando se quiere atacar el exceso de kilos, solamente lo que se ve, cuando en realidad se trata de un hecho multifactorial. ¿Dónde inició, para qué se tiene que poner una persona tantos kilos?

–Hubo una época en que no se hablaba de dietas y la gente no era tan obesa

–Cada vez hay más estudios que demuestran que la dieta es hoy parte del problema de obesidad. El 99 % de la gente que baja de peso con una dieta restrictiva, recupera el peso al año. Las dietas restrictivas no funcionan. La compulsión se detona con más fuerza con la restricción, sin contar que todos los que hicimos dieta sabemos que hoy vale la proteína y mañana es una porquería; que la leche es lo adecuado hoy, pero mañana no sirve, hay que comer pura verdura, no hay que comer nada de verdura, se pendulea de un lado al otro y le damos el poder a algo externo de nosotros. De chicos se nos arrebata esa decisión íntima de qué queremos comer y cuando crecemos esa decisión se la damos a los nutricionistas, a las revistas, se nos olvida confiar en nosotros. Hacer dieta se ha vuelto una regla esperada de la gente que por lo menos se quiere. La dieta es la puerta, sin embargo, que se abre al trastorno de la obesidad y de la compulsión. La gente dice: es por salud, pero no es así, más bien todo lo contrario. Lo que tenemos que hacer es mirar hacia nosotros. ¿Es un riesgo? Por supuesto. A veces viene alguien al taller que te dice: no puedo dejar de comer chocolate y mi respuesta es: -come chocolate todo lo que quieras. Por supuesto que al tercer día dejarás de hacerlo, te dolerá la panza, estarás aburrida, querrás comer otra cosa, experimentar otros sabores. Hay que dejar de hacer dieta, hay que hacer elecciones conscientes, recuperar nuestra decisión íntima de alimentarnos.

    No nos volvemos compulsivos con la comida por comer lo que nos gusta, sino por todos esos años que nos prohibimos comer lo que nos gusta.

–En todo caso, a la dieta restrictiva conviene oponerle la autorregulación, ¿verdad? Engordar en cierta forma es no saber cuándo tienes que parar

–Es que no sabe uno dónde parar si la comida es todo tu consuelo. Si piensas que estar gordo es lo peor que hay en el mundo, si no te van a querer porque eres gordo, no puedo comer lo que me gusta, etc., todos esos sentimientos confluyen hacia la compulsión. Cuando nosotros estamos en medio de un estrés, el metabolismo se lentifica, eso es biológico y viene desde el principio de los tiempos. Cuando hay estrés, el cerebro da una respuesta como si estuviéramos en peligro de muerte. Hoy nos estresamos por cualquier cosa, así que cuanto más relajado esté a la hora de comer, el metabolismo se activa más. Respirar profundo, que me guste lo que voy a comer, sentarme a la mesa, para que la mente y el cuerpo se pongan de acuerdo y ninguno de los dos quiera comer más y se quedan ambos satisfechos. Volver a la autorregulación no nos hace saber mucho más de nosotros.

-¿Por qué la obesidad mórbida es un fenómeno moderno, de nuestros tiempos?

–Del tamaño de la obesidad es el tamaño de la carencia. Son varios factores, pero el que más me llama la atención es que las altas expectativas generan grandes carencias. Cómo voy a enfrentar este mundo, la expectativa es brutal. En el pasado, una mujer aprendía a ser mujer gracias al ejemplo de mamá y un hombre, de papá; hoy a duras penas sabemos dónde andan mamá y papá. Hay un gran vacío en el no saber cómo reconocerse, cómo conocer a quienes me dieron la vida, en un mundo agresivo donde la comida se ha vuelto lo conocido, lo que genera más confianza y consuelo. Las imágenes de violencia globalizada generan más violencia en la gente. Si el sobrepeso, además, es concentración de energía, creo que esos kilos de más expresan toda la energía que recibimos y no podemos soltar. El bullying, la expectativa por ser los mejores, estamos tragando mucho más de lo que podemos digerir. Cada persona debe tomar su sobrepeso y escuchar lo que le dice.

El sobrepeso es un mensajero. No hay que rechazarlo, sino escucharlo. He estudiado mucho el tema, porque me fascina. Las personas que trato no tienen puesto el cartel de comedora compulsiva, de anoréxica, de bulímica, son seres humanos que desarrollaron una conducta para sobrevivir. Los kilos son un acto de amor hacia ti mismo cuando buscabas protegerte. Eso cambia todo. Ya no eres un enfermo que no tienes solución o alguien que se odiaba a sí mismo y por eso comías demás. Si me observo con ojos compasivos y entiendo que no soy un aparato “a arreglar” como quiere la sociedad, entenderé que si he tenido estos kilos es porque me han servido para algo. Ahí empieza el camino para darse cuenta de que ya no eres una persona indefensa y descubrir qué opciones tengo para que los kilos de más no sean siempre la respuesta para mi vida. (SinEmbargo)
Con la tecnología de Blogger.