Hembrísmo (Segunda Parte) //Columna Masculinidades

José Carlos Moreno // Columnista

Los seres o las personas humanas, tenemos la capacidad para la violencia. Sin ahondar mucho en el tema, podemos estar de acuerdo en que es una capacidad humana innegable sin ser un requisito de condición, es decir, se puede violentar como ser humano pero no se tiene que violentar para ser un ser humano, y sin embargo no se puede concebir a un ser humano sin esa capacidad.

La violencia subyace ahí entonces como una posibilidad, no como una obligación. Sin embargo, no es poco común que esa capacidad aflore de muchas maneras, como la violencia de género. Esta violencia debe ser entendida la fachada última del impulso violento, resultado de un proceso, y tanto hombres como mujeres son capaces de ella. Para esto es importante fijar una postura antropológica (una forma de ver a la persona humana) que nos permita comprender que antes de ser mujeres y hombres, somos seres humanos, y ver entonces al hembrísmo como un fenómeno real y posible de afrontar.

El análisis existencial de Viktor Frankl, psiquiatra vienés sobreviviente a los campos de exterminio nazis, se nos presenta como la propuesta adecuada: nos propone a un ser tridimensional de cuerpo, mente, y espíritu, que además es atravesado por las dimensiones de tiempo y espacio que le circundan y le afectan en sus otras dimensiones y viceversa. Es decir, la tridimensionalidad se encuentra primero que el binomio dimensional tiempo y espacio, pero no es posible comprenderla sin este; el ser humano aunque autentico en sí mismo se hace y se entiende a través de sus coordenadas históricas y de vida.

La violencia como impulso puede surgir de la dimensión psíquica, o de la dimensión física. Al ser un impulso crudo, encuentra una expresión concreta a través de las configuraciones socioculturales que se encuentran en la misma psique de la persona. Dicho de otra forma, la violencia es un impulso energético que toma forma a partir de la historia de la persona que la ejerce, de quién es y de qué está viviendo, de cuál es su identidad social incluido su impuesto o adoptado rol de género.

Por eso decimos que la violencia femenina, o el hembrismo, tiene expresiones muy propias y diferenciadas del machismo, ya que estas identidades (el rol femenino y el rol masculino) aunque se inscriban en el patriarcado, y se construyan mutua y referencialmente, son de hecho diferentes. Y sobre todo, lo más importante, negar que el ser humano femenino es capaz de ejercer violencia propia, es negarle una de sus facultades humanas: ser incapaz de violencia es no ser humano, la capacidad está y le es inherente, y es a través del filtro del rol femenino que esta se expresa.

El rol de género femenino tiene una percepción del rol masculino, esta percepción muchas veces es violenta y así lo expresa según sus propias herramientas del rol, y nace el hembrísmo. Los ejemplos culturales de esto son varios, basta exponer solo algunos que encontramos en el vox populi y que muchos hemos reproducido y convalidado para que la idea se explique por si misma:

“Discutir con una mujer es como discutir con un oso: es mejor hacerse el muerto y esperar a que se aburra y se vaya.”
Aunque dicha mayormente por varones pero de origen desconocido (no sería sorprendente que la hubiera ideado una mujer), esta frase encierra y refleja parte de la experiencia y percepción que se encuentra en muchas personas al respecto de la violencia femenina, del hembrísmo. La cultura mexicana es característica por encerrar contenidos de tragedia, dolor, y demás dificultades humanas, hasta la misma muerte, en frases humorísticas.

“Dale chance, está en sus días”
La frase ya es denigrante para la mujer misma. Es muy común y el problema es que la idea que encierra es apropiada por muchas mujeres para justificar comportamientos irresponsables y violentos, así como hacerse cargo de emociones, pensamientos, diálogos y actitudes que son violentos hacia el varón por la idea pre y mal concebida del mismo. De la idea principal que aquí se encierra (el hombre es el fuerte y el que debe soportar estos comportamientos), se desprende que en muchos contextos a la mujer le sea más “permitido” gritar, ofender, humillar, y hasta golpear al varón.

“Al hombre se le atrapa por el estómago y por el sexo”
Paráfrasis de una idea heredada y reproducida en muchos contextos sociales mexicanos en nuestros días, inclusive en contextos dónde hay cierta estabilidad económica y educación superior. La idea ya representa una postura hembrísta más firme y más consciente, ya que desde ahí se reduce al varón a un ser más animal que ser humano, un ser que si cuenta de la providencia de esos dos aspectos, sexo y comida, bien administrados por parte de su pareja, estará contento y vulnerable para ser atrapado en esa relación.

Estas tres frases son solo una ventana al velado y convalidado mundo de la violencia femenina. La discusión sobre si esta es consecuencia a la violencia de un sistema patriarcal es menos importante que la discusión de la toma de conciencia y de responsabilidad; a los hombres se nos ha sacudido la misma consciencia para la misma toma de responsabilidad para erradicar nuestra violencia machista, y el hecho de que provenga del patriarcado como sistema que también nos afectó para pensar y crecer así, no nos exime de dar cuenta y contribuir a su erradicación.

Para concluir: la violencia de género incluye al hembrísmo, cada vez más aparecen estudios al respecto conforme las herramientas para leerla se van desarrollando. Y la violencia de género no es otra cosa sino uno de los trajes con los que se viste la violencia humana en general, es importante conocer la confección de estos trajes para poderla desnudar y ver como es.

La que importa no es acusar roles de género, sino apelar a seres humanos para la erradicación de las violencias humanas (al menos las que son realmente innecesarias como esta de género), y que muchas veces impiden a las personas la expresión más auténtica y valiosa del ser: el amor. Muchas relaciones se hunden en la tortura y evaporan en el olvido por esta violencia, muchas que tenían amor de combustible natural no soportan la continua dinámica que las violencias de género provocan y esto, sencillamente, es una lástima; el estado actual del mundo requiere de todas las alianzas posibles entre personas a través del amor.
 
José Carlos Moreno
Columnista en medios digitales
Logoterapia, Teatro, Cine, Derechos humanos y Gestión de Paz.

Con la tecnología de Blogger.