Caza de lobos


Por: Alan Díaz

Los cuentos de hadas son fantásticos, son simples, coloridos, directos al grano y normalmente nos enseñan algo desde temprana edad; lo mejor es que una vez que eres grande puedes descubrir más en ellos, mucho más, en verdad contienen la sabiduría de los siglos, por ello su atractivo después de tantos años. Hoy les quiero recordar uno en especial, en el relato vemos cómo un niño que es pastor, en su sentimiento de aburrimiento decide gritar "¡Lobo!" Para que los miembros de la aldea, alarmados, vengan a verlo, descubriendo en el proceso que no era más que una artimaña del muchacho para llamar la atención. Si se repite el proceso las veces suficientes eventualmente la gente del pueblo pierde el interés "Otra falsa alarma, seguramente" piensan. Ah, pero esta vez sí es un lobo el que ha llegado para encontrarse con el niño y, en su soledad y desesperación, devorarlo cómodamente.



Eso es un cuento, pero lo he visto muchas veces aplicado en la vida cotidiana. El más reciente caso viene desde la tierra de la samba, en la elección presidencial de hace unas semanas, donde Jaír Bolsonaro, el candidato del Partido Social Liberal, venció a Fernando Haddad, el chico dorado del hasta entonces dominante Partido de los Trabajadores por un margen algo generoso. Esto pese a que Haddad no hace mucho había servido como alcalde de la magna ciudad de Sao Paulo, mientras que Bolsonaro salió de un puesto mucho menos popular como diputado.



Claro, la controversia no faltó en esta elección. Tremendo alboroto se armó en el exterior de Brasil al enterarse de la ventaja tan grande que llevaba Bolsonaro desde la primera ronda electoral y que hacía parecer su victoria total como casi inevitable. Ante esta posibilidad, prácticamente todos los líderes de opinión en México y en el mundo con algo de atención en el proceso brasileño empezaron a lanzar advertencias terribles que bien pudieran en otro escenario cercar un bosque embrujado.



"¡Cuidado!", "Un monstruo en verdad", "Terrible", "Una pesadilla abominable" se leían los tweets y las columnas de opinión. "América Latina está a punto de cometer un error terrible aunque no nuevo", pero ¿qué miedo es el que tienen estas personas?, ¿cuál es este peligro mortal?, bueno, es la opinión de estas figuras que estamos ante el ascenso de un fascista, un dictador en potencia. Brasil estaba a punto de volver a caer en las garras del ultra-derechismo.



Esta estrategia de miedo fue la mano que decidió jugarse para de alguna forma frenar su elección, sin embargo, pese a todos los esfuerzos de los medios Bolsonaro salió adelante y ahora es presidente electo de Brasil, no hay nada más que hacer. Mas, a juzgar por las reacciones vistas, para unos pareciera es el apocalipsis, Brasil volverá a la edad media, ya no es un lugar seguro para los grupos vulnerables, el terror reinará en las calles, ese es el escenario pintado por tales personas.



La primera pregunta que alguien que jamás ha oído de Bolsonaro debe hacer es ¿en verdad es esta persona tan terrible?, ¿qué es lo que ha hecho para ganarse el desprecio de tantas personas en medio de un ascenso meteórico?, está justificada la etiqueta de ultraderechista, casi Hitler? Veamos lo que sucedió en campaña: afirmó su claro repudio por la homosexualidad, se burló de la gente negra por su raza, hizo algunos comentarios despectivos a mujeres, no parece estar muy consternado por el cambio climático (pese a estar en un país clave para la causa, considerando el Amazonas) e inclusive ha manifestado su admiración o añoranza por la dictadura brasileña. En resumen, su perfil es aquel de un supuesto hombre fuerte que no tiene miedo a herir sensibilidades y que su única preocupación es la ley y el orden.



Después de conocer esto usted tal vez comparta la opinión de los demás, Bolsonaro es una amenaza potencial muy real para la democracia y el liberalismo, por pobre que sea, brasileño. Entonces ¿por qué ganó?, ¿cómo puede alguien apoyar a una figura tan rapaz? Yo tengo dos explicaciones posibles que en conjunto es probable actuaran como catalizadores para su victoria y que no sólo no son dañados por las anteriores críticas mediáticas, sino que, al contrario, se nutren de las mismas.



Los medios liberales y de corte izquierdista a nivel mundial han estado pintando a cada figura medianamente disruptiva de corte conservador como el próximo apocalipsis. ¿No fue Brexit un movimiento impulsado por puros racistas que no querían a la gente de color en su tierra y que equivaldría a un desastre económico abrumador para los ingleses?, ¿no era Le Pen casi una nazi?, ¿no era Mitt Romney un racista y misógino?, ¿no era John McCain un extremista?, ¿no era el Bronco un candidato de ultra-derecha que representaba una amenaza para cualquier demócrata en su sano juicio?, ¿no está siendo acaso invadida Europa y Estados Unidos por un resurgimiento nazi?, ¿no era, o es según algunos, Trump un tirano y un ultra-derechista, un reflejo de Hitler?



La respuesta es no, prácticamente ninguna de esas cosas es verdad, el mundo no se está viendo inundado por extremistas de la derecha de forma remotamente significativa. De hecho muchas de estas personas poco tienen en común en su forma de pensar y sus políticas poco tienen que ver con aquellas de la Alemania Nazi, el punto favorito de comparación para muchos en la actualidad. Resultan a veces grosero e insultante al intelecto las alturas a las que muchos llegan en la actualidad para tratar de establecer algún paralelo entre Trump y Hitler. Cada paso que da, cada decisión que toma de alguna forma debe ser lo peor del mundo, un presagio de la venida de los cuatro jinetes.



Y este trato no es exclusivo para Trump, un paseo por medios como Vice o incluso The Washington Post por un par de minutos nos mostrará como cualquier figura pública en el mundo anglosajón que esté a la derecha de Bernie Sanders será tratada con esta misma etiqueta, todos nazis, sin importar si son liberales, conservadores, libertarios, negros, gays o judíos. Esto tampoco es exclusivo a los Estados Unidos, pero es indispensable que pare.



Echar la mano inmediatamente de estas etiquetas resulta una estrategia poco inteligente por la siguiente razón, primero porque dirige recursos y energías a atacar enemigos que no existen, toma espacios en los medios que podrían dedicarse a problemas de verdad; segundo, porque está devaluando una palabra que tiene implicaciones muy fuertes: ultra-derechismo. Cada vez que la mencionan las multitudes liberales salen con sus antorchas a buscar a ese monstruo y destruirlo, sólo para descubrir que no era sino una sombra, una ficción. Esto no se puede repetir tantas veces, como aprendimos con el cuento del principio, porque eventualmente la multitud no querrá salir, no quiere que le hagan perder su tiempo. Por ello los significados son relevantes, porque nos ayudan a distinguir realidades de imaginaciones, peligros reales de falsos.  



Parece que esto ha sucedido en buena medida en las elecciones brasileñas, al menos con respecto al exterior, porque ha surgido un escepticismo, un callo causado por tanta falsa alarma y que ha vuelto a muchos indiferentes al uso de la palabra. Ahora sumen esto a una tendencia que ha tenido la izquierda brasileña, e internacional, a rehusarse a considerar por un momento que tal vez el disgusto de sus ciudadanos estuviera remotamente basado por el fracaso de sus políticas. "No, debe ser porque son unos racistas y misóginos" murmuran, dándose unos a otros palmadas en la espalda.



Insultar a la base electoral que supuestamente quieres convencer de elegirte no parece una estrategia sabia, tampoco lo parece no saber hacer ejercicio de autocrítica y de introspección, porque tal vez, tan sólo tal vez, algo hizo mal el PT en estos años…o puede ser todo culpa de la ultra-derecha, sus maquiavélicos planes y de todo su electorado maléfico. Elijan la explicación que más resuene.



El spoiler es que no fue buena estrategia y por algo acabamos con Bolsonaro de todas formas. Ahora sólo nos toca esperar que esta sea otra falsa alarma, que gobierne de manera opuesta a muchas cosas que dijo en campaña, porque es posible que este sí sea el lobo tan anunciado por la izquierda. Esperemos que no, pues de ser así, el PT tendrá mucho en qué pensar y replantearse desde el fondo de la barriga de la bestia.



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